El ingeniero agrónomo ante el reto de la producción y seguridad alimentaria. Artículo de Mº Cruz Díaz, ingeniera agrónoma.

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Tras haber vivido una pandemia mundial, que puso a prueba todos y cada uno de nuestros sectores productivos, hemos demostrado la capacidad y resistencia de nuestra cadena alimentaria, de la que salimos muy airosos y de cuya actuación estamos tremendamente orgullosos.

Y ahora, inmersos en una guerra de duración desconocida, que afecta a la producción agraria y a la alimentación mundial, los ingenieros agrónomos contamos con la necesidad de producir alimentos en cantidad y calidad suficientes, para alimentar el planeta, como primera línea de la opinión pública.

Además, nos enfrentamos al reto de plantear soluciones a la situación actual, en un momento en que nos han cambiado los paradigmas de producción y medioambientales, con los que nos hemos movido los últimos 50 años.

Obstáculos

Pero el primer obstáculo al que nos enfrentamos es que es imposible alimentar a todas las personas que habitan nuestro planeta si no contamos con una alta tecnología y tecnificación de la agricultura, ganadería y agroindustria, partiendo de la base de que, a pesar del discurso rancio y antiguo que se atribuye a nuestra actividad, los sectores agrarios y agroalimentarios cuentan con los sistemas más desarrollados y tecnificados del mundo, lo que nos permite llegar hasta nuestras actuales producciones y exportaciones, excelentes en cantidad y calidad, y con una trazabilidad ejemplar.

A pesar de lo expuesto y partiendo del camino andado, lo que sí es cierto es que tenemos que seguir alimentando al mundo, pero teniendo en cuenta los factores limitantes tradicionales, menos agua, menos suelo, clima inestable y esto es nuevo, una energía carísima.

Y todo ello lo tenemos que hacer para que todo el mundo se alimente, lo mejor posible y de forma asequible. No es una tarea la mar de complicada, sino imposible de realizar, si además coincide con el abandono del mundo rural actual.

Entorno rural

Pero los ingenieros agrónomos ya llevamos tiempo mostrando preocupación por la falta de importancia que verdaderamente tiene el entorno rural.

Proponemos desplegar una producción de alimentos eficiente, que incorpore la economía de la energía y los recursos naturales, genere nuevas rentas, por la prestación de servicios ambientales, y que todos los insumos y energía empleados para la producción sean efectivos, es decir, que lleguen a nuestra mesa y no se queden por el camino.

Debemos reconocer que, para ello, tenemos que tender a técnicas que disminuyan el consumo energético y/o la utilización de la energía procedente de los residuos agrícolas y ganaderos que hasta el momento no podían competir.

El foco está en aquellas técnicas cuya incidencia es mayor en la producción.

Nos encontramos inmersos en el estudio de cómo mejorar las técnicas de laboreo y de siembra, la utilización de semillas seleccionadas, sobre todo si acabamos con el discurso irracional de los organismos genéticamente modificados.

Uso racional de fertilizantes y agroquímicos

Otro de los puntos importantes a tratar es el uso racional de fertilizantes y agroquímicos cuyas nuevas generaciones de productos podrían suponer un aumento de la producción en un 300%.

Además, a esto se suma que, las nuevas técnicas de recolección, así como las de conservación y mantenimiento, permiten un 85% más de producto final y que la propia introducción de riego proporciona un 500% de la producción.

Los números hablan por sí solos, lo que nos lleva a seguir trabajando e implicarnos más y mejor en la utilización y tecnificación de los regadíos para un mayor y mejor aprovechamiento del agua, así como la utilización de aguas residuales y salinas que siempre hemos sabido manejar.

Tenemos que seguir en la línea de mejorar las semillas, así como en la obtención de nuevas variedades, más resistentes y productivas, manteniendo el olor y sabor de las tradicionales.

Es esencial el apoyo a nuestras empresas de fertilizantes y agroquímicos en su investigación y desarrollo que nos permita disminuir el pago de patentes tan oneroso para el técnico y el agricultor, y que se les reconozca su valor estratégico.

La ganadería, como el auténtico garante de la salud y el bienestar animal, exigiéndoles calidad, pero defendiéndoles de tanto ataque irracional e ignorante.

Y, por último, pero no por ello menos importante, trabajar firmemente en la disminución de los desperdicios alimenticios, avalando la investigación de nuevos productos, nuevos envasados y mejores dosificaciones, a la par que mantener las garantías de distribución y comercialización tan denostados e imprescindibles.

 

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